Decía Quevedo que la descalificación, el insulto y la
agresión eran las razones de aquellos que no tienen razón, y en este país, por
desgracia, estamos históricamente bastante acostumbrados a dirimir nuestras
“razones” a garrotazos.
A mi amigo y correligionario Aniceto, Alcalde de Majadas del
Tietar, un concejal malandrín le ha agredido. Este “pollo”, que parece salido de
una pintura negra de Goya, ha expresado así sus “razones”, con los puños y con
un palo y seguro que como decimos aquí en el norte “se habrá quedao tan cuajao”.
La envidia es el pecado capital que más caracteriza a los
españoles/as como demostró Fernando Díaz Plaja en aquel encantador y didáctico
libro titulado “El español y los siete pecados capitales”. Y no me extrañaría
nada que detrás de esta agresión haya mucho de envidia y poco de política.
Aniceto es un triunfador en su trabajo y en la política, es seguramente uno de
los mejores alcaldes de Extremadura y está haciendo una labor social en su
pueblo digna de elogio y de ejemplo en estos tiempos que corren.
Los tan denostados partidos políticos no podemos permitirnos
el lujo de tener en nuestras filas ni a corruptos, ni a matones. Estos abyectos
personajes deben durar afiliados lo que “un caramelo a la puerta de un colegio”
y si no es así la responsabilidad de esos actos deberá recaer sobre el partido
que los ampara. Este malandrín debe ser expulsado del partido al que pertenece
y, si tiene un mínimo sentido de la ética, renunciar a su acta de concejal.
La lícita confrontación política no está reñida con la
educación, el respeto al adversario y la tolerancia. La injuria, la
desconsideración y sobre todo la agresión física no deben tener cabida en esta
actividad que debería ser un cúmulo de ejemplaridad.
Todos los partidos deben condenar hechos como estos, no se
entendería que amparándose en la rivalidad política o en las diferencias
ideológicas los representantes de algún partido no manifestaran su repulsa ante
este tipo de acontecimientos, de ser así estarían, de alguna manera,
justificando la agresión.
La justicia también debe hacer los deberes, con diligencia y
ejemplaridad. Aniceto y su familia deben sentirse seguros para realizar su
actividad cotidiana sin tener que mirar por encima del hombro, y el normal funcionamiento de la actividad
municipal tiene que estar garantizado.
No quiero terminar sin una frase que nos haga pensar.
Nada que
un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar
a alguien. (Martin
Luther King)
Un abrazo amigo.
Damián Beneyto
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