El incremento del paro en nuestra región es un dato malo para nuestra economía. Estamos atravesando una situación verdaderamente complicada. La Junta de Extremadura, pese a los esfuerzos poco puede hacer. Si quienes tienen el capital y los recursos no los ponen a disposición de la sociedad, o se retraen o rehúyen o incluso aprovechan la ocasión para sanear el personal de la empresa, con despidos masivos, o EREs sin negociación, la verdad es que la situación puede durar más de lo necesario. En épocas de crisis es donde se demuestra el perfil solidario de las sociedades. Las dificultades de muchos de nuestros paisanos son evidentes. En algunos casos, varios, o todos los miembros de las familias se encuentran sin trabajo. En otros casos tienen que conformarse con efectuar servicios o tareas en la economía sumergida, sin garantías de ningún tipo. El descenso del consumo consume a muchos autónomos que no pueden sostener los gastos. Pero la necesidad agudiza el ingenio. Lo cierto es que el empleo público por sí solo no puede solucionar el problema. Es inviable una sociedad en la que todo el mundo dependa del Estado. Al menos es inviable una sociedad en nuestro entorno económico. El capital conoce el problema y mantiene un pulso con el Estado. La finalidad es lógica, conseguir una rebaja en las conquistas sociales, fundamentalmente las que hacen referencia al coste de los despidos, a eso lo llaman flexibilidad laboral; pero si además pueden conseguir una rebaja en las cotizaciones, o subvenciones por contratación, pues mucho mejor. Si, además, les dan las gracias por contratar a desempleados y les apuntan los favores pues, qué le vamos a decir... Pero ojo, la situación puede ponerse tan mal que la gente que sufre las consecuencias estalle y exploten los conflictos en la calle y luego se contagien a los centros de trabajo, y se ponga en peligro la estabilidad social, económica y política que hemos conseguido a base de muchos esfuerzos. Los que tienen la sartén por el mango, deben saber que si se calienta mucho al final el mango quema. Es obligatorio y urgente un gran pacto dentro del diálogo social. Es necesario un gran pacto político y evitar que esta cuestión esté en la pugna diaria. Es una responsabilidad de la clase política la de crear las condiciones para que la paz social no se vea alterada. Es necesario buscar las condiciones para que se vuelva a producir, se vuelva a consumir y se vuelva a la estabilidad y a la confianza en el futuro, porque de ello depende el bienestar y la felicidad de una sociedad. Sin diálogo social es más fácil acudir a los parches. El incremento del gasto social, conlleva necesariamente un incremento de los impuestos. El problema es que por esta vía se consigue poco, porque al final la presión siempre recae en los mismos. Los que más tienen, o los que tienen mucho, se las ingeniarán para pagar menos, y sólo resultará obligado aquel que no puede escaparse. El capital oculto ni tributa ni contribuye ni se solidariza con nadie. Pero no es posible que sólo una parte de la sociedad lo pase mal y pague las consecuencias del enriquecimiento abusivo de los de siempre. No es posible que no se le pidan responsabilidades a quienes con sus comportamientos han derribado los mercados financieros. No hay dinero para nadie excepto para pensiones vitalicias de los miembros de los consejos de administración. No hay derecho.
Quienes han creado esta situación seguramente saldrán de ella más fuertes que nunca; no les habrá importado quien se quede por el camino. Mientras tanto, mientras esto se recupera, apelemos a nuestra historia reciente. Los extremeños hemos estado en crisis casi siempre y a pesar de ello hemos sobrevivido. Apelar al trabajo en común, a la ayuda mutua, a la colaboración y la solidaridad entre vecinos, como siempre se ha hecho en nuestro medio rural para ayudar a atravesar esta situación. Ayudémonos. Aprovechemos las oportunidades de formación que nos ofrecen las instituciones. Ensanchemos nuestras posibilidades de ocupación. Diseñemos nuevas estrategias. No nos metamos en el cascarón o en la cueva a esperar a ver si escampa. Hagamos lo necesario por producir, por crear, por escalar los montículos que se nos colocan delante, levantarse y andar, siempre adelante.
Y por si fuera poco, nuestras ilusiones por la subsede olímpica de Mérida se han desmoronado, aunque todavía queda Cáceres 2016, y sobre todo el espíritu extremeño de salvar las dificultades y salir a descubrir nuevas posibilidades.
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